10 razones por las que debemos continuar enviando postales y cartas
1. Las cartas son mucho más bonitas que los correos electrónicos.
¿Cuántos e-mails recibís por día en tu bandeja de entrada? ¿Cincuenta y la mitad son spam? Ya no das abasto en responder. En cambio, te preguntaste alguna vez ¿cómo sería volver
a recibir una carta en tu buzón de correo?
Debo confesar que la felicidad de ver una carta debajo de la
puerta, y abrir y encontrar la letra manuscrita de un amigo es algo
que no tiene comparación con recibir un e-mail. En las cartas sentís
la sorpresa al recibirla, la textura del papel, la caligrafía de la
persona y los kilómetros que viajó para llegar... Llámenme
nostálgico.
2. Hay pocas cosas más satisfactorias que
comprar nuevo papel para escribir.
¡Qué mejor lugar que la sección de papelería de las librerías!
Podés elegir el tamaño del papel, los colores, las texturas, los
sobres y los sellos de cera. También podés encontrar postales de
tus lugares turísticos favoritos, combinar un papel naranja con un
sobre violeta o hacer tu propia decoración vintage.
3. No se pueden adjuntar flores, hojas secas y
dibujos a los correos electrónicos.
Bueno, si lo podés escanear… pero pierde su materialidad. Con
las cartas podés usar todas las cosas que entran en un sobre pero
que no se pueden meter en un e-mail: la caligrafía, los tachones,
las hojas secas, los dibujos, los olores, la textura del papel, las
fotos impresas, las cositas sueltas. Podés apelar a tus recuerdos y
enviarle a esa persona especial el billete de autobús donde se
conocieron, la flor que le gusta o la entrada a un evento que fueron
juntos.
4. Algunas cosas son mejores dichas sobre el
papel.
¿Extrañas a esa persona especial? ¿Te
equivocaste y le querés pedir perdón? ¿O decirle simplemente
gracias por estar en tu vida? Probá decírselo a través de una
carta. Como en los viejos tiempos donde nuestros abuelos se
declaraban su amor a través de las palabras y los papeles, cuando no
existían los smartphones ni la virtualidad del Facebook.
En algún mercadillo todavía encontrarás cartas amarillentas,
con letras tal vez un tanto borroneadas por el tiempo pero que de
alguna manera contienen un pedacito del pasado. O mejor aún,
preguntáles a tus abuelos si aún conservan cartas. Es cautivante.
5. La lentitud de las postales es proporcional al
tamaño de la sonrisa del destinatario al ver la postal debajo de la
puerta.
De pequeñito abría la puerta y miraba
el felpudo deseando que hubiese un sobre de algún lugar del mundo
esperándome. La lentitud de las postales es, en realidad, la mejor
parte. Porque los tiempos son otros, recibirlas demora días, incluso
semanas… nada parecido a la instantaneidad de la web. Pero quien
sea el destinatario sentirá la emoción inigualable de saber que
tiene en su poder un recuerdo mágico pensado solo para uno. Que
alguien fue capaz de tomarse el tiempo –ese que hoy nos parece tan
escaso- para elegir el papel, pensar las palabras, escribir de puño
y letra, tachar, preparar el sobre y enviarlo desde la oficina de
correo más cercana.
Esa felicidad que se siente al enviar las cartas y al imaginarme a
mis amigos recibiendo esa sorpresa desde otro lugar del mundo se
prolonga con su lentitud. Cada día pienso “¿habrán llegado?”
“¿Por dónde andarán viajando ahora?”
6. Le das a tus amigos y familiares la
oportunidad de adornar su casa.
Porque las postales son vistosas, las podés pinchar en una
cartelera de corcho o pegarlas en las ventanas de tu casa u oficina.
Otra opción es enmarcarlas como cuadros para decorar tus paredes.
Podéis hacer series temáticas (edificios históricos, arte
callejero, naturaleza) o hacer la distinción de los lugares de dónde
las recibiste, ya sea por países o continentes.
7. Es una suerte para personas poco
tecnologizadas.
Hoy existen otras maneras de contar un viaje porque las redes
sociales cambiaron la forma de transmitir las aventuras de los
trotamundos. Basta con subir fotos al Facebook, tener un blog de
viajes, mandar un mail, hacer un tweet o subir a Instagram una postal
electrónica. Pero no te olvides que a pesar de estar en el 2015
todavía hay personas que no están conectadas, ya sea por elección,
por edad o por una cuestión económica. Ellos apreciarán
profundamente recibir cartas a la antigua usanza. Los mantendrás
informados de cómo te van las cosas si son de los que no tienen
Facebook.
8. Podemos coleccionar sellos de distintos
lugares del mundo y viajar sin movernos de tu casa.
Muchas veces los familiares y amigos no pueden viajar por
diferentes motivos, por lo cual me gusta compartir con ellos un
poquito de mi viaje enviándoles una postal o una carta. Algunos
tienen una caja donde juntan las estampillas de los distintos países.
La filatelia puede ser un pasatiempo gratificante para chicos y
grandes.
9. Si no hay postales que te gusten, será
cuestión de crearlas.
Hay veces que las típicas postales turísticas aburren o se
repiten y te gustaría poder enviar una postal de la confitería
donde comiste el mejor postre, de una pintada callejera, de la
fachada de una casa que te gustó o de un parque donde te tomaste un
descanso. Cuando te pase eso podés crear tu propia postal. ¿Cómo?
Podés mirar entre tu archivo de fotos de viaje, seleccionar “la
foto perfecta” para cada persona, imprimirla en tamaño postal,
escribirle algo en el dorso y mandársela por correo. En
“De
acá para allá” se compaten algunos diseños de postales.
10. Es una práctica en peligro de extinción.
Para las generaciones más pequeñas,
los llamados nativos digitales, que han crecido con todos los
dispositivos electrónicos, hablarles de postales es anticuado. Para
quienes desconocen este mundo les propongo que las busquen en algunos
kioscos y librerías, y prueben enviar una y vean de qué se trata.
Otra buena opción (y que tiene que ver con la web) es registrarse en
el sitio
Postcrossing,
un proyecto donde el objetivo es recibir postales de cualquier parte
del mundo, siendo una incógnita de dónde vendrá la próxima
postal. La idea principal es: si envías una postal, recibirás otra.
Porque no queremos que esta vieja
tradición se pierda. No queremos dejar de encontrarnos con
correspondencia cada vez que volvamos a nuestras casa. Queremos que
alguien reciba una imagen y sonría. Para luchar contra esa velocidad
que pretende marcar nuestra vidas. Y porque tienen el encanto de
haber venido de lejos.
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